Comentario
Pese a la enorme campaña militar realizada por Valdivia y García Hurtado de Mendoza, los araucanos continuaron resistiendo la invasión española durante los siglos XVI y XVII. Hurtado de Mendoza refundó las ciudades destruidas por los indios y avanzó la frontera hacia el sur, alcanzando en 1558 el golfo de Reloncanví. En dicho año se erigieron Cañete y Osorno. En 1567 se estableció la Audiencia de Santiago, cuya presidencia correspondía a un militar, dado el carácter fronterizo del reino. Dicha institución fue suprimida más tarde y restituida definitivamente en 1609. El siglo XVI terminó con una serie de desastres como epidemias, terremotos, ataques de los corsarios ingleses y holandeses, un fracasado intento colonizador en el Estrecho (realizado por Sarmiento de Gamboa) y una sublevación general de los araucanos o mapuches en 1598, a consecuencia de la cual murió el gobernador Martín García Oñez de Loyola en la batalla de Curalaba. La colonización sufrió un serio revés, subsistiendo las ciudades de Santiago, La Serena y Concepción, así como las ultracordilleranas de Mendoza y San Juan. Los colonos pudieron recuperarse poco a poco, gracias a la colaboración de los sometidos atacameños, diaguitas y picunches (indios encomendados o trabajadores de los lavaderos de oro), y a las perspectivas que ofreció al poco tiempo la exportación de trigo al Perú. El siglo XVII abundó en los mismos problemas de guerra de Arauco y ataques piratas. La primera había costado en 1664 más de 30.000 españoles, 60.000 indios auxiliares y enormes costos materiales. Chile consolidó una buena economía agrícola y ganadera. Además del trigo ya citado cultivaba vid y olivo, amén de las plantas autóctonas para la subsistencia. Su ganadería era notable y le permitía exportar sebo y cueros al Perú. La minería decayó bastante, pues se agotaron los lavaderos de oro, pero se explotaron las minas de Tiltil, Copiapó y Lipangue. Chile recibía, además, un cuantioso situado de Lima y sostenía un intenso contrabando con el Río de la Plata.